Las glorias olvidadas del deporte ecuatoriano

El deporte ecuatoriano vive su mejor momento gracias a la participación histórica en los Juegos Olímpicos Tokio 2020 en los que se ha cosechado 2 medallas de oro y 1 de plata, además de varios diplomas, pero esto también saca a la luz que los predecesores de estos logros, considerados glorias en su momento, han caído en el olvido.

Más de un deportista que ha logrado el éxito en Tokio 2020 se ha quejado de la falta de apoyo, lo dijo en su momento el ciclista Richard Carapaz, y años atrás lo dijo también Jefferson Pérez, quien se convirtió en el primer medallista olímpico del país tras ganar los 20km Marcha de Atlanta 1996.

La realidad desde que Pérez ganó su primera medalla en 1996 hasta la actualidad no ha cambiado, el deportiste se enfrenta a los mismos problemas que incluso se agravan cuando pasan al retiro, como el caso de Lucy Jaramillo, quien fue campeona bolivariana, sudamericana, vicecampeona panamericana y representante de Ecuador en los Juegos Olímpicos Londres 2012.

Jaramillo fue destacada en los 400 metros vallas, pero tras su retiro vino el olvido y para sobrevivir debe vender frutas y legumbres en un mercado de Ibarra, según detalló la cadena Ecuavisa.

«Solo en el auge están con uno», expresa Jamarillo, quien desde el 2006 reclama una pensión vitalicia que el Estado otorga a quienes han sido campeones en las competencias del ciclo olímpico, pero hasta ahora no se cumple con la deportista.

Pese a las adversidades, Jaramillo no le da la espalda al deporte y entrena sin remuneración a un grupo de personas con discapacidad auditiva que clasificó al Mundial de Polonia.

Similar es el caso de Miriam Ramón, marchista que fue a las olimpiadas Barcelona 1992, y que fue campeona en 10 y 20km en Juegos Bolivarianos, Sudamericanos y Panamericanos, y que tampoco ha recibido el apoyo necesario, ni antes ni después de su retiro.

«El deportista no se hace en 2 años, no se hace en 4 años, se hace a largo tiempo de 10 a 12 años, hay que invertir en todo», asegura Ramón, quien recuerda que muchas veces no había dinero para zapatos e incluso debió dormir en aeropuertos.

Ahora se dedica a entrenar a nuevas generaciones y detalla que existe poco apoyo, por no decir que es nulo y agrega que muchos deportistas estudian y logran un título pero prácticamente no les sirve porque cuando se retiran y buscan iniciar una vida laboral las empresas piden experiencia y ellos nunca han ejercido.

De su parte, Segundo Jami ha debido recurrir a la agricultura y gracias a un auspicio de empresa privada puede mantenerse y comprar indumentaria deportiva, pero no le alcanza para tener un entrenador, que debería ser costeado por los entes deportivos y no de su bolsillo.

Jami, de 35 años, no se ha retirado pero no alcanzó por 17 segundos la marca para ingresar a los Juegos Olímpicos Tokio 2020, que habrían sido los segundos de su carrera ya que representó al país en Río 2016, cuando formó parte del programa de alto rendimiento.

La lista de deportistas olvidados es larga, pero todos tienen un factor común, la falta de apoyo y aún así muchas veces fueron más allá de las expectativas.

Varios de los que ahora están en el retiro se quejan respecto a que muchos dirigentes esperan que el deportista consiga algo para brindarle apoyo, cuando en realidad lo que necesitan es apoyo para conseguir las metas que se han trazado.

Ahora la pregunta es si gracias a los logros de Richard Carapaz, Neisi Dajomes y Tamara Salazar; las autoridades atenderán a las viejas glorias y buscarán que las nuevas generaciones no pasen las penurias de sus antecesores, o si las cosas seguirán igual.

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